Pequeño altar que honra a los escritores en una biblioteca de la Ciudad de México.En México, como en otras partes del mundo, existen costumbres que le dan un lugar especial a los difuntos. El 2 de noviembre en este país es un día en el que se cree que “el espíritu de los difuntos regresa del mundo de los muertos a éste, para convivir con sus familiares durante un día, departiendo con ellos, consolándolos y confortándolos ante su pérdida“. Hay ciudades donde esta tradición prehispánica se vive con mayor fervor; dándole ese lugar especial a quienes han dejado la tierra, visitando sus tumbas y creándoles altares donde se pone una foto del difunto, se decora con flores, velas, colores vivos y en él se incluyen sus comidas favoritas. Pero, conforme uno se acerca al Norte y las tradiciones adoptadas son más similares a las de Estados Unidos, esta celebración es más bien anecdótica, los altares se hacen en escuelas y recintos culturales pero no en muchas casas. En mi familia, no recuerdo cuándo fue la última vez que fuimos al panteón y nunca hicimos un altar para, digamos, mi abuelo.Conforme pasan los años seguimos recordando a quienes ya murieron, pero pareciera que lo correcto es ir dejando de hablar de ellos, porque es una forma de decir que seguimos con nuestras vidas.
Fue hasta que Jorge y yo visitamos países como Vietnam, India o la isla de Bali, en Indonesia, que empecé a entender el verdadero significado del “día de muertos” y la importancia de darle un lugar a quienes nos dejaron.
Un pequeño cementerio después de de las celebraciones de Galungan.
Un pequeño templo que protege los hogares y negocios.
Canang sari: ofrendas del día a día.
Canang Sari en las motos para que le den buena suerte y fortuna a sus dueños.
El blanco y negro de los manteles representa la dualidad de la vida, como el bien y el mal.
En el hinduismo balinés se le da un lugar especial a los antepasados.
Lo curioso de estos días es cómo estaba vestida toda la ciudad, con diferentes tipos de ornamentos y ofrendas para las deidades y los ancestros. Viniendo de un país donde se siguen viviendo algunas tradiciones indígenas prehispánicas, fue increíble poder identificarme tanto con una isla asiática que a la vez me hacía sentir en otro mundo.